Psalms 76

El amor de Dios no cambia

1
1. Sobre Iditún véase Salmos 38, 1 y 61, 1. En su primera parte este Salmo refleja los sentimientos de Israel gravemente afligido hasta que con el versículo 11 cambian el estilo y el pensamiento, y el salmista se siente consolado por el recuerdo de los prodigios del amor y la bondad de Dios para con su pueblo. De ahí que “todo el Salmo conviene a maravilla en los momentos de angustia, para buscar la serenidad y volver a hallarla: las consolaciones pasadas son garantes de las futuras para aquel que ora del fondo del corazón” (Calès).
Al maestro de coro. A Iditún. Salmo de Asaf.
2Mi voz sube hacia Dios y clama;
mi voz va hasta Dios
para que me oiga.
3En el día de mi angustia busco al Señor;
de noche, mis manos
se extienden sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
4
4. Tengo que gemir: Esto es, parecería que su espíritu se sentía con ello más deprimido aún, y es porque no se abría con Él en franca amistad filial, pues lo estaba juzgando, como se ve en los versículos 8 ss. Cf. Sabiduría 1, 1 y nota. En cambio, si cavilo, es decir, si trato de explicarme por mis propias reflexiones el misterio, con prescindencia de Dios, entonces llego a la desesperación al comprobar la impotencia de mi pobre mente humana.
Si pienso en Dios tengo que gemir;
si cavilo, mi espíritu desfallece.
5Tú mantienes insomnes mis ojos;
estoy perturbado, incapaz de hablar.
6
8 ss. En el pasado había hecho Dios grandes milagros en pro de Israel. ¿Por qué ha cesado ahora su auxilio? ¿Acaso se ha olvidado de su pueblo? Tal es la angustiosa pregunta que brota de los labios del salmista afligido, como en Salmos 73, 1 y 88, 50. Sin embargo vuelve pronto a confesar su confianza en el Señor (versículos 12 ss.), sabiendo que nada le duele tanto como el que dudemos de su amor y misericordia para con nosotros. Cf. Mateo 6, 30; 8, 26; 14, 31, etc. También a nosotros se nos plantea el mismo problema. A él se alude en II Pedro 3, 4-9.
Pienso en los días antiguos
y considero los años eternos.
7Por la noche medito en mi corazón,
reflexiono y mi espíritu inquiere:
8¿Es que nos desechará el Señor
por todos los siglos?
¿No volverá a sernos favorable?
9¿Se habrá agotado para siempre su bondad?
¿Será vana su promesa
hecha para todas las generaciones?
10
10. El Catecismo Romano (IV, Primera petición del Pater noster) cita este versículo con Habacuc 3, 2 y Miqueas 7, 18, y agrega: “En el momento en que nos creemos perdidos y absolutamente abandonados de Dios, es precisamente cuando Él nos busca con una bondad infinita y está cuidando de nosotros. Aun en su ira detiene la espada de su justicia y sigue derramando sobre nosotros los tesoros de su misericordia inagotable.” Cf. Salmo 77, 37 y nota.
¿Se habrá olvidado Dios de su clemencia?
o ¿en su ira habrá contenido su misericordia?
11
11 ss. Tentación semejante a la del Salmo 72. Para ahuyentar esa desconfianza, el salmista se pone a recordar los mil favores recibidos (cf. Salmo 70, 20 y nota), especialmente por su pueblo (Salmos 77, 104, 105 y 106). El versículo 11 es citado en Denz. 188 según la Vulgata, donde ese cambio se entiende no de una mudanza operada en Dios, sino a la inversa, hecha por Dios en el salmista alegrando su espíritu abatido hasta ese momento.
Y dije: “Este es mi dolor:
que la diestra del Altísimo haya cambiado.”
12Recordaré los hechos de Yahvé;
sí, me acuerdo de tus antiguas maravillas;
13medito todas tus obras
y peso tus hazañas.
14Santo es tu camino, oh Dios,
¿Qué Dios hay tan grande
como el Dios nuestro?
15Tú eres el Dios que obra prodigios,
y has dado a conocer a los pueblos tu poder.
16
16. Jacob y José: Suelen entenderse como si dijera Judá y Efraím, representando ambos reinos el de Judá y el de Israel, en el cual Efraím, hijo de José, tenía la preponderancia (véase Salmo 79, 9 y nota). Pero mejor quizá puede entenderse de José, en cuanto salvador de sus hermanos, pues fue como un nuevo padre para los hijos de Jacob en Egipto.
Redimiste con tu brazo a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.
17
17 ss. Evocación viva de la salida de Egipto y del paso del Mar Rojo, después de la esclavitud en que habían caído allí los israelitas. Cf. Éxodo capítulos 14-15; 19, 16-18.
Las aguas te vieron, oh Dios,
te vieron las aguas, y temblaron;
hasta los abismos se estremecieron.
18
18 s. Tus dardos: Los rayos. Del versículo 19 (Vulgata) está tomado el Introito de la Misa de la Transfiguración. El texto latino del nuevo Salterio Romano ha vertido este pasaje en latín con acento clásico y bello lirismo virgiliano. San Agustín, en sentido alegórico lo aplica como si fuese una profecía de la conversión de la tierra por la predicación del Evangelio.
Aguas derramaron las nubes,
los cielos hicieron oír su voz,
y volaron tus dardos.
19Tu trueno sonó en el torbellino,
los relámpagos iluminaron el mundo;
se conmovió y tembló la tierra.
20Tu camino se abrió a través del mar,
y tus sendas sobre inmensas aguas,
sin que aparecieran las huellas de tus pisadas.
21
21. Tomado de Números 33, 1. A menos que se haya extraviado el resto de la estrofa, el salmista parece detenerse de golpe ante este recuerdo (cf. Salmo 77, 1 y nota). ¿A qué seguir? Ya ha sido escuchado (versículo 2) y ha sustituido su amarga tentación por una confianza inquebrantable en el Dios de Israel, “cuyos dones y elección son irrevocables” (Romanos 11, 28 s.). Cales hace notar que se ignora la fecha y ocasión del Salmo y refuta una vez más el empeño de referirlos todos al tiempo de los Macabeos (cf. Salmo 75, 1 y nota).
Y Tú mismo guiaste a tu pueblo
como un rebaño,
por mano de Moisés y de Aarón.
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